Mercaderes de la Salud: El escándalo de Torrejón y la quiebra moral del modelo privatizador
Hay momentos en la vida política y social de un país en los que se rasga el velo de la retórica y queda expuesta, con una crudeza insoportable, la realidad que se esconde tras la gestión tecnocrática. Lo que está ocurriendo en el Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz no es un incidente aislado ni un mero error administrativo; es la manifestación sintomática de un modelo que ha decidido poner precio a la dignidad humana.
Como analista aficionado, y sobre todo como ciudadano comprometido con el contrato social, me resulta imposible observar los hechos revelados esta semana sin sentir una profunda indignación. La gestión de Ribera Salud en Torrejón ha cruzado todas las líneas rojas éticas, demostrando lo que muchos llevamos años advirtiendo: cuando la salud entra en la lógica del mercado, el paciente deja de ser una persona para convertirse en una línea de coste o beneficio en una hoja de Excel.
Crónica de una ignominia: El «EBITDA» por encima de la vida
Para entender la gravedad del asunto, debemos remitirnos a los hechos, que son tan obstinados como dolorosos. El Hospital de Torrejón, de titularidad pública pero gestión privada (el eufemismo neoliberal conocido como «modelo de concesión»), se encuentra en el ojo del huracán tras destaparse prácticas que vulneran los derechos más fundamentales de los pacientes.
Según han revelado investigaciones periodísticas y denuncias internas, la dirección de Ribera Salud habría orquestado una estrategia deliberada para recortar la calidad asistencial con el único fin de maximizar beneficios. No estamos hablando de eficiencia; estamos hablando de directivos cesados por negarse a cumplir órdenes que implicaban rechazar a ciertos pacientes costosos, alargar artificialmente las listas de espera y reducir prestaciones.

Los audios de la vergüenza
La prueba más lacerante de esta deshumanización son los audios filtrados del hasta ahora CEO de la concesionaria, Pablo Gallart. En ellos, se le escucha hablar sin pudor de manipular las listas de espera para alcanzar un determinado resultado económico, el famoso EBITDA.
«Incrementar listas de espera para alcanzar un determinado resultado económico».
Esa frase debería quedar grabada como el epitafio de este modelo de gestión. Mientras los profesionales sanitarios, esos héroes anónimos que sostienen el sistema, firmaban manifiestos alertando de la presión para abaratar costes, la cúpula directiva jugaba con los tiempos de atención de los ciudadanos. Más grave aún son las informaciones sobre la reutilización de material sanitario de un solo uso, una práctica que nos retrotrae a tiempos oscuros y que pone en riesgo la seguridad biológica de los pacientes.
La reacción: dimisiones y el miedo institucional
Ante el clamor social y la presión mediática, Ribera Salud ha intentado contener la hemorragia. Gallart ha dimitido y la empresa promete auditorías internas. Sin embargo, estas maniobras de «ajuste organizativo» no pueden ocultar la realidad. Tanto el Ministerio de Sanidad como la Comunidad de Madrid se han visto forzados a intervenir.
Incluso la presidenta Isabel Díaz Ayuso, abanderada del modelo privatizador, ha tenido que abrir la puerta a revertir la concesión si se confirman las irregularidades. No nos engañemos: esta reacción no nace de una epifanía ideológica, sino del miedo al coste electoral de un escándalo que toca la fibra más sensible de la sociedad: la salud de nuestras familias. El Ayuntamiento de Torrejón y la Fiscalía Provincial de Madrid ya han movido ficha ante posibles delitos de prevaricación y contra la salud pública.
El modelo del Partido Popular: Privatizar las ganancias, socializar las pérdidas
Este escándalo no puede analizarse en el vacío. Es el resultado directo de las políticas del Partido Popular en la Comunidad de Madrid y en otras regiones donde gobierna. Durante décadas, han vendido la falacia de que la gestión privada es intrínsecamente más eficiente que la pública. El caso de Torrejón desmonta este mito pieza por pieza.
El dato es demoledor: el Gobierno de Ayuso aprobó en 2025 un reequilibrio económico de 33 millones de euros para rescatar a este hospital. Es la trampa perfecta del neoliberalismo castizo: la empresa privada gestiona y recorta para obtener beneficios, pero cuando las cuentas no cuadran, es el dinero de todos los contribuyentes el que acude al rescate.
La estrategia del PP en Madrid ha sido clara:
- Deteriorar lo público mediante la infrafinanciación.
- Derivar recursos hacia entes privados bajo la excusa de las listas de espera (que ellos mismos han fomentado).
- Convertir la salud en un nicho de mercado, donde fondos de inversión y grandes corporaciones deciden quién es «rentable» curar y quién no.
Esto no es gestión; es ideología. Una ideología que desprecia lo común y que ve en el estado del bienestar no un logro civilizatorio, sino un obstáculo para el lucro de unos pocos.
Hacia una defensa radical de la Sanidad Pública
Desde josereflexiona.es, quiero ser categórico. Lo que ocurre en Torrejón es un aviso a navegantes. Si permitimos que la lógica del beneficio empresarial colonice nuestros hospitales, estaremos firmando la sentencia de muerte de la igualdad social.
No basta con inspecciones puntuales o dimisiones de directivos fusibles. Es necesario un cambio de paradigma. La salud es un derecho humano universal, no una mercancía sujeta a la oferta y la demanda. Necesitamos una transición no solo energética, sino también ética, que devuelva el control de los servicios esenciales a la ciudadanía.
Las corrientes neoliberales seguirán intentando convencernos de que no hay alternativa. Nos dirán que lo público es insostenible. Mienten. Lo que es insostenible es un sistema que ordena reutilizar material desechable o que selecciona pacientes como si fuera ganado.
Es hora de alzar la voz. Defendamos la sanidad pública, gratuita y de calidad. Defendamos la dignidad de los profesionales que se niegan a ser cómplices de la barbarie. Porque una sociedad que pone el EBITDA por encima de la vida es una sociedad que ha perdido su alma. Y eso, queridos lectores, es algo que no nos podemos permitir.
















