El Mito del Autónomo como Héroe: Por Qué Más Autoempleo No Es Mejor Economía

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El Mito del Autónomo como Héroe: Por Qué una Economía Fuerte No Depende de Más Autoempleo

Análisis Sociopolítico | Transición Productiva

En el debate público español, se ha instalado con una fuerza inusitada un relato que, de tan repetido, parece una verdad incuestionable. Lo escuchamos en tertulias, lo leemos en columnas de opinión y resuena en discursos políticos de corte liberal-conservador: la cifra de autónomos es el termómetro de la vitalidad económica. «¿Cómo es posible que haya más funcionarios que autónomos?», se preguntan con impostada preocupación, sugiriendo que nuestro tejido productivo se desmorona bajo el peso de un Estado sobredimensionado y teorizando sobre el mito del autónomo.

Este marco mental es simple, directo y cala con facilidad en la población porque apela a una lógica intuitiva: una economía próspera debería rebosar de oportunidades, y esas oportunidades deberían traducirse en una legión de ciudadanos valientes que deciden «montárselo por su cuenta». Pero, ¿y si esta lógica, a pesar de su aparente solidez, estuviera profundamente equivocada? ¿Y si una alta tasa de autoempleo no fuera el síntoma de una economía vibrante, sino la fiebre que delata una enfermedad estructural? Es imperativo deconstruir este relato, porque detrás de la romantización del «emprendedor» se esconde a menudo una cruda realidad de precariedad y una profunda debilidad del mercado laboral.

La Evidencia Incontestable: A Más Desarrollo, Menos Autoempleo

Lo que los datos nos cuentan, de forma tozuda y contraintuitiva, es exactamente lo contrario a lo que predica el dogma liberal. Las economías más avanzadas, robustas y con mayores índices de desarrollo humano no se caracterizan por tener un porcentaje elevado de autónomos. De hecho, la correlación es inversamente proporcional.

Naciones como Noruega (3.9%), Estados Unidos (5.7%) o Alemania (aprox. 9%) presentan tasas de autoempleo significativamente bajas. En el extremo opuesto, países con mercados laborales más frágiles y economías emergentes, como Colombia (43.1%) o Turquía (34.0%), muestran cifras extraordinariamente altas. España, con su tasa de autoempleo, se sitúa en un incómodo punto intermedio, más cerca de las economías con debilidades estructurales como Italia o Grecia que del núcleo de los países más desarrollados.

Este hecho demoledor desmonta por completo la narrativa. Que el número de autónomos en España crezca o decrezca no es, per se, un indicador de salud económica. Podría ser, y a menudo lo es, un indicador de todo lo contrario: una señal de que la economía formal no es capaz de generar suficientes empleos de calidad para absorber a toda la población activa.

Mito del autónomo

La Gran Distinción: Emprender por Oportunidad vs. Sobrevivir por Necesidad

Para comprender esta paradoja, es fundamental abandonar la idea del «autónomo» como una categoría homogénea. No es lo mismo un consultor tecnológico altamente cualificado que funda su propia empresa para explotar una innovación, que una persona que, tras meses en el paro, decide abrir un pequeño bar o hacerse repartidor para una plataforma digital como única vía de subsistencia.

La sociología económica distingue claramente entre dos realidades:

  • Emprendimiento por Oportunidad: Nace de la visión, la innovación y el deseo de autonomía. Es pro-cíclico; crece cuando la economía va bien y hay confianza. Este es el emprendimiento que genera valor añadido, crea empleo de calidad y dinamiza la economía.
  • Emprendimiento por Necesidad: Es una estrategia de supervivencia. Nace de la falta de alternativas, del desempleo y de la precariedad. Es contra-cíclico; aumenta en las recesiones, cuando el mercado laboral formal expulsa a los trabajadores. Este «autoempleo» es, en esencia, un parche para un fallo del sistema.

Cuando la derecha política ensalza la figura del autónomo, deliberadamente ignora esta distinción. Nos presentan la imagen del héroe hecho a sí mismo, el «intrépido emprendedor» que lucha contra viento y marea, para ocultar la realidad de millones de personas que son empujadas al autoempleo como último recurso. No se autoemplean por elección, sino por descarte.

El Arquitecto Invisible: El Papel del Estado de Bienestar

¿Por qué en Alemania o Suiza hay menos autónomos por necesidad? La respuesta es simple: porque ser un trabajador asalariado es una opción mucho más segura y atractiva. La decisión individual no se toma en un vacío, sino dentro de un marco configurado por las políticas públicas.

Un Estado de Bienestar robusto, con un sistema de seguro de desempleo generoso, sanidad universal, pensiones públicas dignas y políticas activas de empleo, actúa como un poderoso imán hacia el trabajo formal. Reduce el riesgo de ser un empleado y crea un «coste de oportunidad» muy alto para lanzarse a la aventura precaria del autoempleo de subsistencia.

Por el contrario, en países con redes de seguridad social débiles y servicios públicos deficientes, la prima por la formalidad se reduce. El abismo entre un mal empleo asalariado y un autoempleo precario se estrecha, incentivando de facto la salida del sistema. No es casualidad que los países con mayor gasto social como porcentaje del PIB (Francia, Alemania, países nórdicos) tengan tasas de autoempleo más bajas, mientras que aquellos con menor inversión social (México, Turquía, Corea del Sur) presenten las tasas más altas.

Hacia un Nuevo Contrato Productivo: Menos Autónomos por Necesidad, Más Empleo de Calidad

España no necesita un discurso que glorifique la precariedad disfrazada de emprendimiento. No necesitamos más bares, más restaurantes de comida fusión con modelos de negocio insostenibles o más tiendas de gofres con formas graciosas. Ese modelo productivo, basado en el bajo valor añadido, la competencia vía precios y la mano de obra barata, es un callejón sin salida.

Lo que nuestro país necesita con urgencia es un proyecto estratégico, impulsado y apoyado desde lo público, que apueste por la reindustrialización, la transición energética y los sectores de alto valor añadido. Necesitamos crear un ecosistema donde el inmenso talento que formamos con recursos públicos —nuestros ingenieros, científicos, arquitectos y técnicos— no se vea abocado a emigrar o a autoemplearse en actividades de subsistencia.

El objetivo no debe ser aumentar el número de autónomos, sino transformar la naturaleza de nuestro mercado laboral. Se trata de reducir drásticamente el autoempleo por necesidad, fortaleciendo el empleo formal y digno, y al mismo tiempo, apoyar y fomentar el verdadero emprendimiento por oportunidad: aquel que innova, que exporta, que es sostenible y que crea puestos de trabajo de alta calidad.

La próxima vez que escuchen el mantra de los autónomos, recuerden que una alta cifra puede ser el reflejo de un fracaso colectivo, no de un éxito. El verdadero indicador de una economía avanzada, justa y resiliente no es cuánta gente se busca la vida por su cuenta, sino cuánta gente tiene acceso a un trabajo decente, seguro y con derechos. Esa es la reflexión que debemos poner en el centro del debate.


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