Mito del Parásito Público en el Neoliberalismo Actual

0
106

La Farsa Neoliberal: ¿Funcionarios Parásitos y Agentes Privados Productivos?

Introducción: La Demonización del Servicio Público

En el tablero ideológico contemporáneo, una de las narrativas más persistentes y corrosivas del neoliberalismo es la dicotomía simplista entre la actividad privada generadora de riqueza y el servicio público como lastre parasitario. Esta tesis, difundida con la insistencia de un dogma, nos obliga a creer que el valor económico emana exclusivamente de la iniciativa empresarial y del mercado, mientras que el personal del Estado—funcionarios, médicos de la sanidad pública, docentes o ingenieros de infraestructuras—no solo no contribuye, sino que devora los recursos nacionales, el famoso mito del parasito público.

Desde la perspectiva sociopolítica que defendemos en josereflexiona.es, esta visión no es solo errónea. Es una falacia intencional que busca deslegitimar el Estado de Bienestar y justificar la privatización de esferas esenciales para la justicia social. El propósito de este análisis es desmantelar esta narrativa. Exponiendo la profunda contradicción que existe al evaluar el valor económico y social de forma tan sesgada.


La Economía: Más Allá de la Contabilidad Cortoplacista

El dogma neoliberal del mito del parásito público, opera confundiendo intencionadamente valor de mercado con valor social. La riqueza de una nación no se mide únicamente por el beneficio a corto plazo o la especulación financiera. Se mide por su capacidad para generar bienestar sostenido, capital humano avanzado y un entorno de estabilidad productiva.

El sector público, lejos de ser un mero pozo de gasto, es el principal inversor y catalizador de la economía real. Las cifras lo atestiguan: el gasto público en España se sitúa consistentemente en torno al 45-46% del PIB. Un motor que, según análisis rigurosos como los del Banco de España, puede atribuirse hasta el 40% del crecimiento total del Producto Interior Bruto en ciertos periodos. El gasto en educación, sanidad, seguridad e investigación (I+D+i) son, de facto, la base invisible sobre la que se asienta la productividad de la empresa privada.

Valor Social vs. Valor de Mercado

Cuando un burócrata neoliberal tilda de «parásito» al personal público, ignora que la creación de valor es un ecosistema, no un compartimento estanco. La diferencia crucial radica en que los salarios del sector privado se pagan, generalmente, para generar un beneficio individual o societario directo. Los salarios del sector público se pagan para garantizar un bien común y la redistribución de oportunidades.

La verdadera farsa reside en que el neoliberalismo aplaude al intermediario que monetiza la necesidad (generando valor de mercado para sí mismo). Castigando al técnico que garantiza el sustento esencial para la sociedad (generando valor social). Este es el auténtico problema del mito del parásito público.


El Espejo de las Contradicciones: La Falacia del Valor Aislado

La inconsistencia de la tesis neoliberal se hace palpable al confrontar casos concretos donde el mismo servicio es prestado bajo diferentes modelos de gestión.

Electricidad: Del Mantenimiento Esencial a la Intermediación Especulativa

Consideremos la energía, pilar fundamental de cualquier economía. En la narrativa neoliberal:

  • El comercializador de tarifas eléctricas autónomo es un adalid de la producción de riqueza, pues su actividad de intermediación genera una transacción que se suma al PIB.
  • El trabajador de una empresa pública o participada que mantiene operativas las complejas instalaciones, que previene apagones y que asegura el flujo constante de electricidad (el bien en sí mismo) es un parásito.

¿Es lógico que quien solo intermedia y busca el máximo margen de beneficio sea ensalzado, mientras que quien garantiza que la luz llegue a cada hogar, hospital y fábrica sea vilipendiado? La infraestructura, la estabilidad y la planificación a largo plazo son el verdadero valor, tareas que históricamente ha liderado el sector público.

Educación y Sanidad: ¿Inversión o Gasto Estéril?

El desprecio por la inversión social es especialmente sangrante en los pilares del Estado de Bienestar:

  • El profesor de un colegio público es considerado un laste para el Estado, cuya labor es un gasto que debe ser minimizado.
  • Ese mismo profesor, ejerciendo su docencia en un colegio privado que se financia parcialmente con dinero público, es de repente un paradigma de generación de riqueza.

De igual modo, un médico de la Seguridad Social que salva vidas y previene pandemias parasita al Estado. Pero si ese profesional pasa consulta por las tardes en su clínica privada, se convierte en un campeón de la generación de riqueza.

Esta visión ignora que la salud pública y la educación universal son la inversión más estratégica que una sociedad puede hacer. El personal público no solo produce conocimiento y sanación. Sino que crea la equidad necesaria para que el talento pueda emerger en cualquier estrato social, impulsando la productividad futura. El sector privado, al mercantilizar estos servicios, a menudo introduce la desigualdad como modelo de negocio.

Seguridad Ciudadana: Proteger lo Público y lo Privado

La base de la actividad económica es la seguridad jurídica y física.

  • Un Guardia Civil o un policía nacional que asegura el orden, protege las fronteras y permite que el comercio se desarrolle con normalidad lastra la creación de riqueza.
  • Un vigilante de seguridad privada de Prosegur, encargado de proteger la caja de un comercio específico, es un ejemplo de productividad.

El vigilante privado protege el activo particular. El funcionario de seguridad protege el marco de convivencia y legalidad sin el cual ningún negocio privado podría prosperar. Uno protege una parte; el otro, el sistema completo. La seguridad pública es una condición necesaria, un bien público puro, que el mercado es incapaz de proveer de manera equitativa y eficiente.

Mito del Parásito Público

El Sector Público como Palanca de la Transición Progresista

El debate sobre el valor del sector público se vuelve crucial al encarar los desafíos del siglo XXI. Especialmente la emergencia climática antropogénica y la transición energética justa donde el mito del parásito público se vuelve especialmente dañino.

La descarbonización de la economía exige inversiones masivas a largo plazo en infraestructuras de energía renovable (eólica, solar, redes inteligentes), I+D en tecnologías limpias y reestructuración industrial. Estas son tareas que, por su escala, riesgo inicial y su falta de rentabilidad inmediata, solo pueden ser lideradas por la iniciativa pública.

El Estado, a través de sus agencias, es el único actor capaz de coordinar los esfuerzos necesarios para una transición verde que sea, además, justa socialmente, garantizando que el coste del cambio no recaiga sobre los más vulnerables. Criticar al sector público es, en este contexto, un acto de profunda irresponsabilidad. Pues frena la urgencia de desmantelar el modelo basado en los combustibles fósiles. Un sector público fuerte es la única garantía de que la lucha contra el cambio climático no se convierta en una nueva oportunidad de negocio para unos pocos, sino en un beneficio colectivo.


Conclusión y Llamada a la Reflexión

La narrativa que etiqueta a los trabajadores públicos como «parásitos» es una estrategia ideológica destinada a debilitar las estructuras del Estado de Bienestar y la capacidad democrática de influir en la economía. Es un intento por reducir la complejidad de la vida económica a una mera contabilidad de transacciones privadas, ignorando el valor incalculable de la cohesión social, el capital humano y la estabilidad sistémica.

Es nuestro deber, como analistas y ciudadanos comprometidos con la democracia y los derechos humanos, defender el valor intrínseco de lo público. La próxima vez que escuchemos la cantinela neoliberal, recordemos al técnico que mantiene el flujo eléctrico, al médico que nos atiende sin preguntar por nuestra renta, y al profesor que moldea el futuro de nuestros hijos. Ellos no son un gasto, sino el anclaje fundamental de la riqueza colectiva, la garantía de nuestra dignidad y la palanca esencial para una sociedad más justa, equitativa y sostenible.


DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí