Nuevo PRUG del Teide: ¿protección o masificación?

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El Nuevo PRUG del Teide: Una Oportunidad Perdida ante la Emergencia Climática

La aprobación de un instrumento de planificación territorial nunca es un mero trámite administrativo. Es, en esencia, una declaración de intenciones políticas y morales sobre cómo una sociedad se relaciona con su entorno. Tras examinar con detenimiento el texto del nuevo Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) del Parque Nacional del Teide, me invade una sensación agridulce, dominada por la preocupación.

Nos encontramos ante un documento que utiliza la retórica de la sostenibilidad. Sin embargo parece carecer de la valentía política necesaria para enfrentar la realidad ineludible de nuestro tiempo, la emergencia climática y la saturación turística de Canarias. Como sociedad, debemos preguntarnos: ¿Estamos protegiendo un santuario de biodiversidad o estamos gestionando un escenario para el ocio de masas?

La contradicción de la movilidad: ¿Sostenibilidad o parches?

El documento reconoce la necesidad de un sistema de movilidad sostenible, algo que desde el ecologismo político se lleva años exigiendo. Sin embargo, la implementación de este sistema se posterga a futuros programas, y mientras tanto, la realidad normativa es decepcionante.

El PRUG mantiene que «la circulación por las carreteras TF-21, TF-24 o TF-38 es libre para cualquier tipo de vehículo». En plena crisis de descarbonización, permitir que miles de vehículos de combustión privada sigan atravesando el corazón de la isla es un anacronismo. Además es una irresponsabilidad ambiental. Se apuesta por «aparcamientos disuasorios» y «vehículos lanzadera». Sin embargo se carece de la audacia para restringir el tráfico privado de manera inmediata y drástica. Supeditando la conservación a la comodidad del visitante motorizado.

La mercantilización del paisaje: El Teide como estadio deportivo

Uno de los aspectos más alarmantes desde una perspectiva sociológica es la «deportivización» del espacio natural. El Parque Nacional no debería ser un gimnasio al aire libre ni un estadio para la competición de élite. Debería ser un templo para la contemplación, la ciencia y la preservación.

El nuevo PRUG, sin embargo, normaliza y regula eventos masivos. Se autorizan explícitamente pruebas como la Tenerife Bluetrail, permitiendo hasta 800 participantes corriendo por senderos de alta fragilidad, o la Vuelta Ciclista, con hasta 400 participantes. Aunque se establecen condiciones ambientales, la mera autorización de estas cargas humanas en zonas de Uso Restringido y Especial envía un mensaje político peligroso: el valor de uso (recreativo/económico) sigue pesando más que el valor intrínseco de la naturaleza.

«La autorización de este tipo de actividades de carácter excepcional estará siempre supeditada a no sobrepasar la capacidad de acogida».

Sin embargo, ¿es ético someter a un ecosistema bajo estrés hídrico y térmico a tal presión antrópica por mero entretenimiento?

Infraestructuras y concesiones: El peso del interés privado

El análisis del texto revela una continuidad preocupante en la explotación comercial del espacio. La concesión del Teleférico Pico del Teide, una infraestructura que introduce una presión artificial masiva en la zona de La Rambleta, se mantiene vigente hasta el año 2037.

Si bien se prohíbe la construcción de nuevas infraestructuras mayores, se permiten obras de «mejora y acondicionamiento» e incluso pequeñas ampliaciones en la estación superior del teleférico. Esto consolida un modelo de negocio privado dentro de un bien público, una dinámica neoliberal que choca frontalmente con la gestión democrática y puramente conservacionista que deberíamos exigir.

Además, se sigue permitiendo el rodaje de producciones audiovisuales, incluso de hasta 100 personas, convirtiendo nuestros paisajes en un mero telón de fondo para la industria del entretenimiento, con el consiguiente impacto en la fauna y el silencio del lugar.

Nuevo PRUG del Teide

La biodiversidad frente al cambio climático: ¿Es suficiente?

Es justo reconocer que el PRUG incluye objetivos loables en relación con el cambio climático, como el seguimiento de su evolución y efectos. Se plantean medidas de «gestión activa» y restauración de áreas degradadas.

Sin embargo, el documento admite la gravedad de la situación al proponer «programas de contingencia» si la cobertura de retama se reduce en un 30%. La pregunta es: ¿Por qué esperar a tal degradación? La política ambiental progresista exige la aplicación del principio de precaución de manera radical.

El control de herbívoros introducidos (conejos y muflones) se mantiene mediante actividades cinegéticas. Desde una visión ética y científica, debemos cuestionar si delegar esta gestión en cazadores deportivos es el método más eficaz y humano, o si deberíamos avanzar hacia métodos de control poblacional estrictamente técnicos y profesionales que garanticen el bienestar animal y la eficacia biológica sin convertir la erradicación en un deporte.

Conclusión: Hacia una nueva ética de la conservación

El nuevo PRUG del Teide es un documento tecnocrático que intenta navegar entre dos aguas: la conservación necesaria y la presión turística-económica existente. Como analistas críticos, debemos señalar que el equilibrio es imposible cuando el barco se está hundiendo.

En el contexto de la crisis climática, el Teide no necesita «uso sostenible» entendido como explotación moderada; necesita un blindaje ecológico. Necesitamos políticas valientes que prioricen la vida sobre el lucro, la biodiversidad sobre el «like» de Instagram, y el futuro colectivo sobre el disfrute individual inmediato. Este Plan es un paso, pero lamentablemente, es un paso tímido cuando lo que necesitamos es un salto adelante en la defensa de nuestro patrimonio natural.

La democracia también se ejerce defendiendo los derechos de las generaciones futuras a heredar un ecosistema vivo, no un decorado geológico agotado.


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