Profunda y alarmante decepción en la cumbre climática

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El espejismo de Belém: Por qué la COP30 ha traicionado al futuro

La Amazonía, pulmón herido de nuestro planeta, nos recibió en Belém con la promesa de ser el punto de inflexión definitivo. Se nos dijo que esta sería la cumbre de la «implementación». El momento en que la diplomacia climática dejaría de ser un ejercicio de retórica para convertirse en acción tangible. Sin embargo, al disiparse el humo de las negociaciones y analizar con lupa el llamado «Paquete de Belém», la sensación que nos invade no es de esperanza, sino de una profunda y alarmante decepción.

Como analista político aficionado, no puedo más que denunciar lo evidente. La arquitectura diplomática actual es incapaz de responder a la urgencia existencial del cambio climático antropogénico. Lo que hemos presenciado en Brasil no es un triunfo del multilateralismo, sino una gestión paliativa del desastre.

El «Paquete de Belém»: Burocracia frente a la Extinción

El resultado central de la cumbre, ese conjunto de 29 decisiones formales adoptadas por las 195 partes, es un monumento a la complejidad burocrática diseñada para ocultar la inacción política. Si bien se celebra la aprobación de la «Mutirão Decision» para pasar a la fase de implementación, debemos preguntarnos: ¿por qué hemos tardado una década desde el Acuerdo de París en decidir que es hora de «implementar»?

La creación de nuevos instrumentos como el «Global Implementation Accelerator» o la «Belém Mission to 1.5» suena bien en las notas de prensa. En la práctica política, la proliferación de plataformas suele ser inversamente proporcional a la voluntad real de cambio. No necesitamos más aceleradores burocráticos; necesitamos frenar la quema de combustibles fósiles. Y eso es precisamente lo que este paquete no garantiza.

Profunda y alarmante decepción

La trampa financiera: Demasiado tarde, demasiado privado

Uno de los puntos más críticos y descafeinados de la cumbre es la hoja de ruta financiera. La «Baku-to-Belém Roadmap to 1.3T» establece la referencia de movilizar 1,3 billones de dólares anuales. La cifra impresiona en el titular, pero el diablo está en los detalles sociopolíticos:

  1. El horizonte temporal es letal: Fijar la meta para 2035 es una condena. La ciencia nos dice que esta década es decisiva. Para cuando ese dinero fluya teóricamente en su totalidad, habremos cruzado múltiples puntos de no retorno.
  2. La privatización de la responsabilidad: El fuerte énfasis en la «movilización público-privada» y el blended finance (financiación mixta) es una trampa neoliberal. Transforma la crisis climática en una oportunidad de negocio para los fondos de inversión, en lugar de tratarla como una deuda ecológica que el Norte Global debe al Sur Global.
  3. Adaptación voluntaria: El compromiso de triplicar la financiación de adaptación y los 59 indicadores de la «Baku Adaptation Roadmap» son, en su mayoría, voluntarios. En el derecho internacional, «voluntario» suele significar «inexistente» cuando los intereses económicos aprietan.

«Mientras los diplomáticos celebran hojas de ruta a diez años vista, las comunidades vulnerables no tienen el lujo del tiempo. La financiación climática no es caridad, es justicia reparadora, y Belém ha fallado en garantizarla.»

Bosques y Océanos: Mercantilizando la naturaleza

El lanzamiento del «Tropical Forests Forever Facility» y la movilización de 6.700 millones de dólares para bosques tropicales es, sin duda, el aspecto más «vendible» de la cumbre. Sin embargo, como analista, debo advertir sobre el riesgo de mercantilizar los ecosistemas.

Poner precio a la naturaleza mediante mecanismos de pago por resultados es solo un parche. Solo un parche si no va acompañado de una protección férrea de los derechos de los pueblos indígenas y una prohibición de las industrias extractivas en esas zonas. Es cínico celebrar la protección de los bosques por un lado, mientras por el otro, las mismas potencias económicas continúan financiando la expansión de la frontera agrícola y minera.

La gran ausencia: El fin de los combustibles fósiles

Quizás lo más insultante del acuerdo es la timidez respecto a la transición energética. La creación de «Diálogos sobre comercio y transición energética» y las «Belém Roadmaps» para estudiar los impactos de la transición fuera de los combustibles fósiles son eufemismos diplomáticos para no molestar al lobby petrolero.

Necesitamos un tratado de no proliferación de combustibles fósiles, no más «diálogos» sobre si debemos o no dejar de envenenar la atmósfera. La falta de un calendario vinculante para el abandono del carbón, el petróleo y el gas convierte cualquier otro logro en papel mojado. El cambio climático es una cuestión de física. No es una cuestión de negociación política: si no reducimos las emisiones drásticamente ahora, la «Misión 1.5» será recordada como una fantasía colectiva.

Conclusión: La lucha continúa desde la sociedad civil

La COP30 en Belém ha demostrado, una vez más, que las élites políticas y económicas globales están desconectadas de la realidad del sufrimiento humano y ecológico. Han optado por un progresismo estético, lleno de palabras como «inclusión», «género» y «justicia», pero vaciado de la radicalidad económica necesaria para salvar la vida en la Tierra.

El «Paquete de Belém» es insuficiente. Es un acuerdo de mínimos en un momento de máximos riesgos. Como ciudadanos, activistas y seres humanos conscientes, nuestra tarea ahora es desbordar estos límites institucionales. La verdadera implementación no vendrá de un documento firmado en Brasil, sino de la presión incesante de la sociedad civil, la exigencia de democracia real y la construcción de alternativas energéticas y sociales desde la base.

No aceptemos este «café descafeinado» diplomático. El futuro exige toda nuestra energía.


¿Qué podemos hacer ahora?

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